Por Pedro Araya Guerrero, Senador de la República de Chile
Una afirmación provocativa.
Joaquín Villarino ha hecho una afirmación fuerte: "Antofagasta no ha hecho un esfuerzo por transformarse en una ciudad más atractiva para vivir".
Es evidente que el presidente ejecutivo del Consejo Minero no ha querido ser polémico por el gusto de molestar. Si lo que ha buscado es remecer para producir una reacción, lo ha conseguido.
Si lo que señala Villarino no corresponde a la realidad, no habría más que hablar. Casi siempre una gran región es, al mismo tiempo, un lugar atractivo para vivir. Las dos cosas suelen ir en paralelo. Pero todos sentimos que la afirmación que hace el empresario es una constatación que muchos de nosotros también hemos hecho.
Villarino hace referencia al fenómeno de la “conmutación” que describe el hecho de que más de 90.000 personas trabajan en Antofagasta, pero vuelven con regularidad a sus hogares que quedan en otros sitios, a veces muy apartados.
El caso es que para decenas de miles de personas, nuestra región es una fuente de trabajo, pero no su lugar de residencia, lo que es asociado a un bajo estándar de calidad de vida y a una falta de atracción de nuestra ciudad. Esto especialmente se atribuye como función de las autoridades locales.
Este cuestionamiento debe ser tomado como un desafío para tener una mejor región. Si es esto lo que queremos, es efectivo que las autoridades locales son responsables, tanto por su propia gestión como por su capacidad para articular el trabajo público-privado. Una buena invitación a la colaboración de todos entrega más frutos que muchos lamentos y recriminaciones.
Partamos por casa para tener una comunidad acogedora
Y es cierto que si hay algo que le podemos exigir a nuestras autoridades es que tengan una visión de conjunto de las políticas públicas permitiendo que se potencien unas a otras. Esto resulta más importante que los recursos disponibles, porque aunque limitados, ya se los quisieran otras regiones, algunas de las cuales contando con menos consiguen relativamente más.
El foco de atención ha de ser el mejorar la calidad de vida, pero partiendo por los que siempre han vivido aquí, no intentando cambiar la naturaleza de un desplazamiento laboral que es atraído por las oportunidades que ofrece la industria minera, sin importar mucho su emplazamiento o su entorno.
Pero existe la posibilidad de haber equivocado el camino del progreso: cuando, en vez de mejorar, lo que predomina es el deterioro en vez de lo que se repone y adelanta.
Si queremos un mañana mejor no podemos permitir que exista un desarrollo urbano estancado por falta de inversión en infraestructura y servicios. Solo una ciudad que crece puede atraer a que otros se arraigen y los que han sido siempre residentes puedan convivir sin conflictos. No hay quien considere que viajar por horas para llegar a su hogar mejore su existencia.
Cuando existe un plan visionario, conocido y aceptado, entonces la calidad de vida mejora y los ejecutivos de las empresas pueden dejar de mirar desde la galería para pasar a ejercer a plenitud la responsabilidad social que las industrias presentes en la región pueden y deben aportar, siempre en coordinación con el resto.
Existen muchas más razones para mejorar el atractivo residencial de Antofagasta, partiendo por los que vivimos aquí y aquí queremos seguir. Lo mismo sucede con elevar la calidad de vida de nuestra comunidad.
Las tareas imprescindibles
Antofagasta debiera ser una región prospera a la vez que atractiva, inclusiva y segura. Pero cada uno de estos aspectos hoy no se presentan armónicamente. Hay tareas regionales impostergables para un mejor vivir como aumentar la inversión en infraestructura urbana, tanto en transporte público, como en salud, educación y espacios recreativos. ¿Quién podría estar en contra?
Como lo he dicho en otras oportunidades, fomentar la construcción de viviendas accesibles y de calidad es la mejor fórmula que se conoce para hacer un lugar más atractivo para construir un hogar y no solo para trabajar.
Pero no todo es construir, también es establecer una sólida relación público-privada en múltiples ámbitos, que fomente la diversificación económica alternativas a la minería. Además, sin una política de incentivos la contratación de residentes locales no se va a dar como un producto espontáneo. Y los nuevos trabajadores necesitan ser capacitados, con lo que todo se relaciona en un gran conjunto.
Por supuesto, no todo es trabajo en la vida de las personas y de las ciudades, la promoción de la cultura y del turismo no puede estar ausente. Antofagasta necesita disponer de un programa de retención de talentos, buscando mantener entre nosotros a los trabajadores calificados en esta región, ampliando las oportunidades de desarrollo profesional y personal.
Por eso se necesita un director de orquesta, dotado de un enfoque integral y colaborativo, porque para la cooperación de todos los actores se necesita incluir la participación ciudadana. La planificación urbana de mayor éxito involucra a la comunidad. Ahora que nuevas autoridades han asumido a nivel comunal y regional y otras han sido revalidadas, tenemos la esperanza de que estas tareas puedan ser abordadas de común acuerdo.
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